28.12.10

"Los cuentos de hadas son bien ciertos pero no porque nos digan que
los dragones existan, sino porque nos dicen que podemos vencerlos".
G. K. Chesterton

26.11.10

En un balcón, de pie

La mirada pérdida en esa calle significaba algo, aunque no tenía muy claro qué era en ese momento, estaba seguro que era por algo que evocaba esa visión esa mirada nostálgica. Reflexionaba. Pensaba en porque el mundo le mimaba tanto con su esplendor, a él, un soñador de acto reflejo. Reflexionaba sin conclusiones, pensar por pensar. “Una actitud digna de La belleza de pensar” exclamó, risotada de por medio. El silencio, el caminar ausente de algún discreto transeúnte y el naranjo y mortuorio atardecer acompañaban su mirada. ¿Qué pensaba? No lo sabía muy bien, pues iba de aquí a allá, entre recuerdos de días vividos y preocupaciones futuras, de cómo salvar el mundo y así mismo del aburrimiento, de reencarnaciones frustradas y búsquedas eternas símbolos ocultos urbanísticos, conos y pirámides Freudianos, círculos de voluntad o de poder. Pensaba (y a veces buscaba) en las esquinas, huellas de amor furtivo, marcas disimuladas en cementos o heridos arboles, enfermos de humo de cigarrillos satisfechos, y de trasnoches ansiosos. ¡Velo ahí, perdiendo el tiempo, pensado! Cual acto de magia desapareciendo dentro de su cabeza, absorbido por la calle, señora de sus pensamientos, y mil tonterías que llenaban sus horas. ¿Será que en su mirar esperaba la llegada de alguien? ¡Quién! ¿El amor, la fantasía, el futuro o la realidad? ¿Es que esperaba a ella o a Ella? a ella, la doncella capturada, a la que él soñaba suplicante y frágil escondida en la ciudad esperándole, o era Ella, la soberbia, señora de sus pasos, dominante, segura, mujer de mundo y mundos. Especulaba. ¿Será el amor, la pasión, la carnalidad, el ardoroso sudor los verdaderos dueños del mundo? ¡Por Dios, porqué no! Los Ósculos voladores merecen mayor parafernalia propagandística, para la satisfacción popular y el bienestar público…

- ¿Acaso piensas quedarte en el balcón toda la tarde? –dijo una voz masculina desde interior de la casa- Acá dentro te están echando de menos, Victoria no deja de preguntar por ti.

Fracturado el trance, grita una rápida respuesta para tranquilizar a su compañero.

- Lo que sea necesario, en realidad sólo quiero estar solo, pensar tonterías es un hábito que no se deber dejar pasar de alto cuando a uno lo requiere –y continua, devolviendo la mirada a la “calle”, diciendo- además, Susana no es ella, no es ni la doncella ni la soberbia, no es nada, es sólo una más, y eso, amigo mío, me parece de lo más aburrido. Ve, diles que me ha dado por dormir.

- ¿Todavía sigues con eso de “ella”? Hombre, despabila, no piense absurdos, una mujer de cuento de hadas, es una cosa que hasta hoy no ha existido nada más que en papeles: junto con los elefantes rosas y los cerdos y vacas voladores, no son más que sandeces de ebrio. ¡Ven y entra, que hace frio y tengo sed! ¿¡Hey!?

Ya es tarde, he volado, me huido al mundo de la calle, superando el horizonte y hundiéndome en la sombra de una peatona, cuyas salvajes curvas me hacen desnudarla, imaginarla convertida en ella, servidora y dócil a mis deseos, hambrienta de mi furia varonil, palmo a palmo tocada en su delicadeza. Menuda, quebrantable y etérea en mis manos la figuro sin escape; ella es hermosa, ella es efímera, ella es un dulce sueño.

De repente, ella desaparece, pues Ella borra de una sacudida todo rastro, Ella la poderosa, dama medieval sometedora de príncipes azules, Ella la de busto pronunciado, de rostro altivo y deliciosos ojos juguetones. Sus firmes y sensuales pasos la hacen rechazar cualquier intento de contenerla, Ella es desborde de femineidad, de deseo, de lucha, de pasiones, es tormenta… es potencia y acción de amor al mismo tiempo. Es, no es, son y Son; Ella y ella, amantes opuestas, imposibles, las que apetezco, y que hago fuente y objeto de mis caprichos. Calla. Aquella sombra se ha detenido mientras es rodeada por otra más grande, una figura furiosa enfrente a sus ojos se agita, una mano, es Victoria.

- ¿En qué mundo estabas? A lo mejor era cierto eso de que dormías, pero nunca pensé que tú podías hacerlo con los ojos abiertos y de pie junto al balcón. Qué raro estas hoy, ¿Qué miras?

- No mucho, disfruto de la vista y… eso. Soy un gran observador, por lo que nunca pierdo el tiempo para entrenar, la práctica hace al maestro dicen.

- ¿Sí?

-

- Aaah…

Ya era tarde, a pesar de que no quisiera, la había traído a su lado. Ha volado. Puede ser que no fuera tan boba como pensaba, tan vez no era una más, tal vez ella es la que vuela, como a la tanto Oliverio por la calle busca. Puede que la calle este haciendo su efecto sobre su imagen… pero no, ha cerrado los ojos, Victoria respiraba la brisa que sobre su cara hacia remolinos con los ojos cerrados, no miraba la calle y menos disfrutaba del horizonte, era una más que no ve sino que siente, soñadoras de príncipes azules convertidos en ranas, esas a él no le gustaban, son muy simples y fáciles de contrariar, sean bellas o no, no tienen gracia. ¡Qué lástima ser tan bobo y no haberme alguna vez entregado a algún vicio! Ni la bebida, ni los cigarrillos, tal vez algún viejo juego de Snes, pero nada que dure por mucho tiempo. ¿Y si el balcón lo fuera? ahí pierde la noción del tiempo, de vez en cuando adicto por la vista y la música emanada desde el mp3, convirtiendo el movimiento urbano en un popular video clip, claro, dependiendo el estilo de la pista que suene. Entonces, es él el observado.

- él o Él ¿Quién eres? –creo que será mi asombro, lo que hace continuar y ser más especifica- veo que tienes tus preferencias, pues yo tengo las mías. Dime ¿quién eres?

- ¿Cómo?

- ¿Quién eres? te pregunto.

- Pues… yo soy el amigo de quién te ha invitado a esta fiesta, Marco, pues soy, mientras otros me confirmen, supongo; entonces, en ese momento soy él, especialmente durante debilidad, pero casi siempre prefiero ser regido por Él, cual dios poderoso. ¿Entiendes?

- No, pero ser clasificada como una más no me agrada, sentía curiosidad.

Juega, por cierto, pero a qué… cree perturbarme; bien, lo está haciendo: estoy confundido.

29.10.10

Mundos idos, mundos otros

Escapé, huí del caos, y me interne en la soledad del parque, a pensar, a curiosear, a mendigar atención y solicitar un minuto de olvido. Disfrutaba de como el viento encorvaba el gigantesco árbol, en un intento penoso de someterlo. Mientras, el sol tímido sobre mi rostro, me hace estallar en ideas, en situaciones, que fugaces desarrollan conflictos entre personajes que buscan autor, como olas hambrientas de arena, yendo y yéndose sin que después haya recuerdo de lo que fueron: una buena idea.

Escuchando música, me drogo con cada tonada que suena, en una amplia visión dados por mis anteojos, lupas de artificio. Soy el malo y el feo (pero nunca el bueno), el desadaptado, el pervertido, el soñador, hombre de letras inconclusas; soy él y además Él, un pequeño dios de un reino ninguneado. Desaparezco, tú desapareces, desaparecemos todos, en un mar de chirriantes esperanzas, proyectados en el horizonte.

Me manifiesto y exclamo "¡ergo!" y el mundo acalla ante mi mandato, me observa y continua con su vacua plática sobre si misma, el mundo ido, el mundo otro, el mundo ajeno a mi mundo

Animal Instinct

"Y la cosa que me afecta
es que nunca realmente veras
Y la cosa que me alucina
es que siempre estare en la duda"

Taxativa y perentoriamente: ¡ergo!.

21.7.10

Se han despertado un día sin saber qué van comer...

≪ Hoy he despertado en la mañana
y tú secabas apurada
en la estufa tu blues jeans≫
Manuel García

≪ En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario:
el mío, el túnel en que había transcurrido
mi infancia, mi juventud, toda mi vida≫
Ernesto Sábato


Se han despertado un día sin saber qué van comer, levantándose rápido sin querer pensar más, pues un frío día de invierno los espera y deben ir en busca de aquellas escurridizas sandalias agujereadas por el abuso diario. Seguro que sí, en esta época y por estos días eso es común, demasiado común, triste un poco pero más cotidiano que sentimental. Es un año gris, de momentos curiosos, soles perdidos, entrañables lluvias, neblinas londinenses en las estrechas calles santiaguinas.

No pensé más durante esa mañana, me apresure y dirigí inconsciente mi cuerpo hacia mi trabajo que demandaba de mi persona, de mis conocimientos y mi técnica para producir recursos que no bien sé en qué bolsillos terminaban. No fue hasta la hora de almuerzo, en que ocioso por la pérdida de rutina, y atrapado en el café del centro, habitual para personas abandonadas como yo, no fue hasta esa hora que corriendo por la calle vi creo que a un estudiante lanzado al aire papeles color sepia desde su mochila, saltando enloquecido, arrojado papeles y papeles, cuyas planas contenían estas palabras: ≪Grillos, giros, gritos, vamos cayendo en lo profundo de este abismo. Me mira y me dice "hola muchacho tanto tiempo qué haces aquí de nuevo" "disfruto el paisaje -le digo- echaba de menos el desconcierto". Risas instantáneas surgen de las paredes de aquel túnel, "no lo soporto, te diré, nunca pensé que caería tan bajo tan profundo aquí junto a ti" "para que veas que nada pierdes con intentarlo solo con proponértelo puedes estar aquí abajo". Calor, un horno que gira sobre un eje eterno en tras programar un infinito tiempo. ¡Click! "¡Está listo! nos estamos cocinando a un fuego lento entre todo este hielo ¡en su punto justo!≫; al terminar de leerlo, recuerdo a una compañera de trabajo decir en un momento que no recuerdo ≪al revisar un día mis escritos de quince años cayó sobre mí como un rayo la realidad: a esa altura escribir del alma no era más que dar golpes con la cabeza sobre el teclado≫ y para mi pesar, me hizo volver pensar, evitando que el olvido atacase mi sorpresa y dejase el suceso como uno más de lo que atacan el centro de las incertidumbres capitalinas. Uno más, nada menos ¿por qué? Y ahí está el reloj recordándome que es hora de partir hacia la oficina, de pagar el dulce café que he tomado, de besar en su mejilla a la indiferente nena que está al otro lado de la mesa, y que por mi dinero ha sonreído a mi olvido, a mi desinterés y a mi apagados desvaríos; ya es hora de partir, sin embargo siento en mis tobillos hechos hierro por ideas alocadas, por papeles color sepia y palabras entintadas y negruzcas de sentimientos contrariados dichas, seguro, en un momento de rabia absoluta y perdida de razón de un pobre estudiante corredor por las vías atosigadas de la capital. Qué locura, he vuelto a pensar, y ya mi trabajo me parece un patíbulo de mis días de cuatro paredes, de competencia, de sin sabor, de hambre atorada en mi entrañas, de mal y solitario sueño. Beso en los labios a esa chica, en un giro busco que inesperado atrapo su atención, y la abandono sin mediar vergüenza ni reclamos, deje su debida propina sobre esa tasa de café bebido, deje algo más de lo cotidiano, y deje mi trabajo más tarde sin mayor razón ni causa que un estudiante enloquecido, una compañera nostálgica y una sensación que la vida debe ser algo más que soledad y rutina.

.≪¿Tan tarde es?≫ alguien da cuenta de la hora a mí alrededor siendo la respuesta ≪Si, mejor volvamos a casa≫, a casa, que bella idea, a casa: ya es hora de volver a mi tierra querida, yacer en ella, en su seno, cabeza gacha hundida sobre la almohada abierta al mundo de los sueños. A casa, construida a base de soñar y pensar: mí querido túnel.

4.7.10

Viola, violeta

Ay, ay, Violeta ay! Viola ay dulce ay!
¿Por qué por un hombre te dejas morir?
simplemente no entiendo, mas si supiera si
Ay, ay, Parra compañera! fe lastimada ay!

Corriendo el anillo, allá arriba estai,
volviendo a tus diecisietes funestos, oíd
a los niños en décimas entonar, sentir
mi corazón, mi alma, con tu musguito reí

Cuando se murió la carne, ya madura,
de disparado silencio, en corta pausa
tu cantante alma apurada, se dio altura.

Sin pasado, ni temores, quiero durar
Sin prejuicios, ni señores, ver meditar
A ti, señora, parabra a palabra cantada

7.6.10

¡Salta! ¡Salta!

"¡Salta! ¡Salta!"

De alero en alero, brinco. Veo la calle desde el cuarto piso. Respiro hondo y me detengo, sentándome a pensar.

"¡Salta! ¡Salta!"

¿Qué me lo impide? me suenan los oídos de tanta vocecilla. Me salta el corazón por la garganta, cobarde de tanta pena. Se me vuelan los sesos, lerdos de tanto mal sueño. ¿Qué me lo impide?

"¡Salta! ¡Salta!"

El Miedo, miedo a ella, de ella, la mal venida, la que con ojos despiertos espero al contener la respiración en la nocturna almohada. Ella, ella, ella, la pálida amada, mi última sombra.

De alero en alero, brinco. Veo la calle desde el cuarto piso. Respiro hondo y me detengo, sentándome a pensar.

22.4.10

Sin señales de vida - Jorge Teillier

¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo
un mensaje en una servilleta.

Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales.

No sé si recordarte
es un acto de desesperación o elegancia
en un mundo donde al fin
el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.

Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único Hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua
e interrumpir la siesta del teniente de carabineros
y del oficial del Registro Civil.

Si caigo preso por ebriedad o toque de queda
hazme señas de sol con tu espejo de mano
frente al cual te empolvas
como mis compañeras de tiempo de Liceo.

Y no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa soñar en voz alta.

Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.
Las esposas cantan felices
mientras zurcen el terno
único del marido cesante.

Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso
en nombre de un futuro
donde todas las cacerolas
estarán rebosantes de sopa,
y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.

Aprende a portarte bien
en un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar en globo
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
aprende de memoria los Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,
quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud
o los 20 Poemas de Amor en edición firmada y numerada por el autor.

Acuérdate que no me gustan las artesanías
ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te hubiese querido más
que a los suplementos deportivos de los lunes.

Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.

Y ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y tú
mejor enciérrate en un convento.

Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable
y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.

12.4.10

Niña

Un enfermo, solo eso, un hombre que no puede entender.

¿Dime por qué lloras? entre la música que inundaba mis oídos, los pasajeros se me hacían personajes cotidianos de la vida, zombies urbanos, pero tú ¿qué hacías allí? llorabas, por algo ajeno a ese viaje, tenias pena… ¿pero de qué?

De entre la mucha gente que subiera a esa condenada micro, tú no eras solo una colegiala cualquiera, una muchacha de jumper negro, camisa blanca, calcetas blancas y delgado cuerpo; pues había algo extraño en tus ojos, algo que sospechaba inundarse, algo que se derrumba de tus lumbres ojos, un llanto, pena y más pena. Y ya el consuelo no tenía cabida.

Sollozas acogida por el silencio poblado, entre gente indiferente ahorcada de las argollas, desahogando el mar que llevabas por dentro.

8.3.10

Ausencia de Dios - Mario Benedetti

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.