Muy al fondo la casa
guarda, entre toda su maleza, un nogal, y este a su vez, un pequeño gorrión, que canturriento se posa en una de sus ramas, siempre yendo
de un lado a otro, mientras sus pacientes compañeros de nicho escuchan y
observan su esmerado canto.
Mi padre le llamaba "el candidato"
pues todos los días, desde ya hace un tiempo, se posaba en la misma rama,
pudiendo estar horas dedicado a entonar una encendida canción.
Hermoso era verlo silbar las notas más encarnecidas,
surgidas de su explotado e hinchado pecho. Parece querer convencer. Y curioso
se tornaba su discurso cuando su tribuna intentaba interrumpirlo, ya que su
canto fuerte y sonoro no daba oportunidad al contrincante, llenando único el
ambiente. Hasta que, de un momento a otro, en pleno clímax, calla. Para luego silbar algunas
notas bajas de despido y rápidamente lejos fugarse, dejando el aire en un
reflexivo silencio.
Tiempo después regrese a casa, esperando poder volver
a escuchar a este diplomático cantor, sin embargo me comentaron que
"él" ya no se presentaba. Y al preguntar si alguien lo había visto,
mi padre comento con cierta despreocupación "supongo que ya habrá salido
electo".