Si el huracán llevara tu nombre, nunca dejaría de estar volando por los aires, avanzando sin temor (o con él) hacia su centro, buscando tu templado ojo.
Si el huracán llevara tu nombre, soportaría mejor esta pena que me eleva, donde ni el mar, ni la tierra ni el cielo podrían ser una barrera capaz de detenerte.
Si el huracán llevara tu nombre, sin duda serías temida, amada y respetada, un mito para los hombres ingenuos, sonámbulos seguidores del rastro de tus tragedias.
Si el huracán llevara tu nombre, muchos lo repetirían en sus labios: unos con urgencia, otros con temor, asombro o resignación, ecos llevados lejos en cada soplo, cada ráfaga, cada hebra que trae tu vertiginoso encanto.
Si el huracán llevara tu nombre, sería implacable: no habría santuario de Dios donde pudiera refugiarme, ni deseos de evitar ser arrastrado, hasta agotarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario