En un apretón de manos, los viejos sellaban su palabra. No había nada más importante que la palabra dada. Era su alma, su honor, la razón por la que eran llamados Hombres.
Y yo les creía.
Era un pacto entre Hombres. Como decía el cura los domingos: "En el principio fue el Verbo, la Palabra, y con ella se creó todo. La Palabra es Dios, y todos surgimos de su dictado". El poder de la Palabra Dada era sinónimo de pensamiento cumplido, no de su máscara.
¿Qué ocurrió con el poder de la palabra, ahora desgastada, en nuestro tiempo?
No soy un romántico soñador. Sé que siempre han existido y existirán dudas y engaños, en todo lugar y época. Pero recuerdo ese pacto, cuando de pequeño los veía. En un apretón de manos, era un todo o nada, un espacio sagrado dentro del tiempo mundano, un momento que fue, que ya no existe, pero que merece ser tiempo en sí mismo.
¿Ser adulto es solo decepcionarse de los adultos que queríamos ser?
Vivo. Aún respiro, camino, siento, y a veces, aún me engaño. La vida es un flujo: se vuelve difícil al pensarla, monstruosa al nombrarla. En ella lucho, sobrevivo, sigo. Y así voy, entre destino, cambio y esperanza, esa última chispa que arde en lo más profundo de la caja, la que me mantiene en pie.
¿Algún día podré ser el adulto en el que otro pueda creer?
Pienso: dar amor y marchar. Y dejo de pensar. Felizmente avanzo.
Mi palabra, aunque gastada, es amor, y surcará los caminos de la vida, dejando, como dice Machado, "estelas en la mar". Que así sea.
Y así, con cada palabra que cruzo, intento devolverle algo a ese pacto perdido, algo que el tiempo desgasta pero no borra por completo. Porque, al final, en el eco de las palabras que compartimos, en el amor que damos y recibimos, sigue viva la promesa de lo que fuimos, de lo que aún podemos ser.
Y si un día la vida me arrastra lejos, que sea con la certeza de que, al menos en mi corazón, la palabra siga siendo mi alma, mi honor, ese recuerdo que, como los viejos, sellé con un apretón de manos, sin arrepentimientos, palabra dada que nunca muere a ojos inocentes.
Que así sea.