9.4.13

Y sin embargo

 Solía guardar una sonrisa para esos momentos... y sin embargo, aún así, no bastaba.
Era tarde, nada más me quedaba algo de tiempo para observarla -nunca dejo mi mirada de estar fija en el brillo de sus ojos-, y luego dar algunos pasos atrás, alejándome en silencio, hasta romper el encanto, hasta el próximo "Hola, ¿cómo estás?".

No hay comentarios:

Las manos que no heredé

 El niño aprendió a calcular el peligro por el sonido de los nudillos apretándose. Su padre no bebía, pero humillaba, gritaba, construía cas...