13.9.09

Si me hubieras amado...

Había sido un momento de furia. Su mano estaba ensangrentada, y él solo se limitaba a mirar hacia ese horizonte. Meditaba. No comprendía lo lejano que estaba, no entendía lo gigantesco que era, no sabia lo fino de la situación; ¡No!... ¡todo era grotesco para él!. Él, para él, el culpable.

Todo era un recuerdo confuso. Golpe tras golpe, se había nublado su vista. Frenética, la sangre recorría su rostro y manchaba de culpa sus manos. Su camisa hecha pedazos y su chaqueta se arrastraban por los suelos. Sus pasos se habían vueltos lentos. Caos. Jóvenes promesas. Mentiras era lo que habían dicho de su destino. A su alrededor habían solo sombras.

"¡Comprenderías lo que hago si estuvieras en mi zapatos!" decía ella, pero yo no era de aquellos que escuchan. Me negaba a entender o perdonar. "¡¡Maldito!! comprende mi situación". No, no se me da el escuchar; yo no era mas que un ser de piedra que movía sus labios hacia tu boca. "Te amo, y mucho, pero no tenia otra opción para comer". Mentiras, que una roca murmuraba a mis oídos. Él veía como la sangre manaba de sus manos y cabeza pero aún firme sostenía la vara. En un momento de tranquilidad, adquirió forma su malvado rostro silencioso y rojo el Sol se movió detrás de él, ¡su reputación se arruino!. "¿Esto es enamorarse?, debería de ser bello ¡no un puto sentimiento más!". Pateaba, en ese grotesco horizonte, toda lata esparcida en el camino. La sangre lo cegaba, goteaba todavía, a pesar del tiempo transcurrido no se había secado lo que sentía por ella, pero... su trabajo estaba antes que todo. "¿no entiendes? ¡es la forma que tengo para sobrevivir!. Si estuvieras en mis zapatos sabrías que es la única forma de obtener que comer: mi cuerpo". Él no entendía, no quería, no importaba lo que dijiese, no sentía, y lentas su manos empezaban alzarse por sobre sus hombros. "Si me hubieras amado habrías hecho algo para esto no sea así" decía, en mi cara, como escupiéndome la culpa, revolviéndome las entrañas.

La mano da un golpe... ensangrentada, da otro golpe... y otro... y otro más. Se cierran de espanto unos ojos y se rompe rápidamente una puerta. Después, un grotesco horizonte.

Sus piernas ya caminaban autómatizadas. Él nunca había entendido. Cuajada la sangre manaba de Ella. Se lo había advertido: "me mataras si sigues tratándome así".

2 comentarios :

Raúl dijo...

Mauricio, gacias por tu visita y por las palabras de elogio que dejaste en mi blog.
Un saludo.

Joan Figueres i Guíxols dijo...

Hablando de vorágines me he dejado llevar por tu texto...
Impresionante!!!